sábado, 3 de mayo de 2014

TRAS LA CRUZ VERDADERA







TRAS LA CRUZ VERDADERA
 
Un antiguo fragmento de madera ha permanecido guardado bajo llave durante siglos, custodiado en una iglesia a las afueras de Roma. Es el llamado Títulus Crucis. En él aparece la inscripción que Poncio Pilato mandó poner en la cabecera del crucifijo de Cristo en hebreo, latín y griego: "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos". En Tras la Cruz Verdadera, el eminete historiador del Nuevo Testamento, Carsten Thiede, lleva a cabo el estudio más exhaustivo sobre esta reliquia con el permiso exclusivo del Vaticano.
 
VIDEO
 
http://youtu.be/T2bhni_xXwE







 Titulus que se conserva en la Basílica romana



  

    ¿Cómo pudo el Titulus que se conserva en la Basílica romana llegar hasta allí? El año 312 de nuestra era Constantino conquistó el poder, lo que cambió la  postura oficial del Imperio Romano  respecto al cristianismo. Muy poco después, Constantino dio órdenes de que en Jerusalén se destruyera el templo pagano que se había construido encima de los santos lugares y  de que se buscara el Santo Sepulcro. De todo ello nos ofrece cumplida información el escritor Eusebio de Cesarea en su Vida de Constantino, escrita a comienzos del siglo IV. Encontrado el Santo Sepulcro, sobre él se erigió la Basílica del mismo nombre.

 
Entra entonces en nuestra historia  Elena, la madre de Constantino, luego convertida en  santa. Elena se dirigió a Jerusalén en peregrinación,  a la avanzada edad de los ochenta años, para ver con sus propios ojos los santos lugares  en los que se había desarrollado la vida de Jesús. Y es durante la  visita de Elena cuando, por lo visto, se encontraron (o fueron entregadas por los cristianos que habían permanecido en Jerusalén) diversas reliquias, entre ellas el Titulus de la Cruz.

   Eusebio de Cesarea, que escribe en  los años 338 a 340, no habla directamente de este hallazgo. Pero si lo menciona el Obispo de Jerusalén Cirilo en un escrito del año 348, en el que  afirma que la madera santa de la cruz podía verse y ser objeto de culto. Del año 341 se conserva una carta del Obispo Cirilo  al emperador Constanzo, hijo de Constantino, en la que le dice que "en tiempos de tu padre Constantino el leño de la  cruz fue hallado en Jerusalén".

   Parece que  Elena dividió las reliquias en varias partes. Concretamente, el Titulus fue dividido por lo menos en dos partes: una se la llevó Elena a Roma, a su regreso, y la otra se quedó en Jerusalén, en concreto en la Basílica del Santo Sepulcro. La parte del Titulus que se llevó Elena a Roma es la que ahora se conserva en la Basílica de la Santa Cruz.

     En Jerusalén se quedó, pues, otra parte de la inscripción, la cual fue también objeto de veneración desde el siglo IV. Por eso los textos más antiguos, como el del historiador Sozomenos de Gaza en el año 443, se refieren a que en Jersusalén se venera la inscripción de la cruz de Cristo en la que se lee el texto "(Re)x Iudaeorum"; esa parte es la que se correspondería con el fragmento dejado por Santa Elena en la iglesia local de Jerusalén.  La parte del Titulus que se quedó en Jerusalén se perdió el año 614 durante la invasión de Cosroes.

    Según la tradición, la Basílica donde en la actualidad se halla el Titulus fue construida por orden de Santa Elena, en el siglo IV. Estudios arqueológicos han determinado el hallazgo de restos que podrían corresponder con esta primitiva iglesia. La primitiva Basílica fue restaurada por el Papa Gregorio II (715-731 y por Adriano I (772-795).

    Entre 1144 y 1145 la basílica fue completamente reestructurada bajo el mandato del pontífice Lucio II (antes de ser Papa,  Cardenal Gerardo). Así se convirtió en una basílica a tres naves, con un transepto, un nártex, un campanario, y un claustro.  En esa ocasión la reliquia se colocó en unauna caja de plomo, con el sello del Cardenal y se  hizo amurar sobre el arco de la capilla de Santa Elena. Se colocó como identificación un antiguo azulejo con la inscripción Titulus Crucis.

    El Titulus fue redescubierto el año 1492, siendo Papa el valenciano Alejandro VI de Borgia. El 1 de febrero de 1492, mientras se realizaban tareas de reparación del techo de la capilla de Santa Elena de la Basílica de la Santa Cruz, fue encontrado un azulejo con la inscripción prometedora: Titulus crucis.  Removido el azulejo se encontró -amurada- una caja de plomo, con el sello del Cardenal Gerardo, y con la inscripción de la cruz dentro. Desde entonces la reliquia ha estado ya expuesta al público.

      A la vista de los resultados conseguidos por el equipo de paleógrafos dirigidos por el  alemán Hesemann, el Vaticano autorizó  que se realizara en esta reliquia la prueba del carbono 14.

    La datación por el método del Carbono 14 se efectuó en la Universidad de Arizona por los profesores Francesco Bella y Carlo Azzi, que publicaron sus resultados el año 2002. Según esta datación, este trozo de madera ha de datarse entre el año 980 y el 1146 (ver informe  sobre datación del Carbono 14 en inglés). Según esta datación, el Títulus no puede ser auténtico: se trataría de una sofisticada falsificación. Sin embargo, el resto de estudios a los que se ha sometido la reliquia parecen que concluyen en favor de su autenticidad. ¿Quién habría podido falsificar en los siglos X a XII esta inscripción, demostrando unos conocimientos de paleografía propios del siglo XX? La fecha de datación del Carbono 14 conduciría a concluir que, de tratarse efectivamente de una falsificación, ésta se colocaría en la Basílica con ocasión de las obras efectuadas por por el Papa Lucio II (Cardenal Gerardo) a mediados del siglo XII.

    En el año 2005 ha aparecido el libro de la doctora de teología bíblica por la Universidad Pontifica Gregoriana MARIA LUISA RIGATO, escrito en italiano y titulado IL TITOLO DE LA CROCE DE JESU (Editorial Pontificia de la Universidad Gregoriana, Roma 2005). En este libro la autora, que conoce el resultado del Carbono 14, señala que este resultado no es la última palabra, puesto que la datación con C 14 no ha funcionado siempre. María Luisa Rigato, en base a todo lo que argumenta en su libro, considera que el texto de la inscripción se corresponde con el del Títulus original de Pilatos. En el peor de los casos, según la autora, el Títulus de la Basílica sería una copia perfecta del Títulus original. Tal vez el Títulus original estaba tan deteriorado cuando se efectuaron las obras por el Cardenal Gerardo, de modo que éste decidió hacer una copia idéntica al original. Por otra parte, la profesora Rigato indica que todo apunta a que, para facilitar la lectura del texto, se añadió un pigmento a la madera, cosa que podría explicar el error de la datación del carbono 14. En suma, la doctora Rigato concluye que la inscripción como tal tiene todas las apariencias de corresponderse fielmente al Títulus original de Pilatos.

    En la Basílica se conservan también otras reliquias de la Pasión, las cuales no han sido todavía objeto de estudios tan completos como los que se han efectuado con el el Titulus.

Uno de los clavos de la crucifixión
 




IGLESIA DE LA SANTA CRUZ

 
 
 
 
 
 
 
MONASTERIO CUATRO CORONADOS
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
SANTA ELENA DE LA CRUZ
 
 
 
 
 
 
 
Santa Helena, madre del emperador Constantino al momento de encontrar la Cruz de Jesús en Jerusalen, pintado en un mural del temploparroquial de Santa Cruz de Juventino Rosas por Alfredo Ojeda Villagómez en la década de los 60as.
 
 

 La Santa Escalera y Santa Cruz de Jerusalén son dos construcciones religiosas cercanas a San Juan de Letrán, ambas guardan relación con Santa Helena, madre del emperador Constantino. La primera de ellas, según la tradición, seria la escalinata por la que Jesucristo ascendió en el palacio de Pilatos de Jerusalén, el Viernes Santo de su suplicio. Esta fue trasladada a Roma por Santa Helena en el siglo IV. La escalera central de mármol de Tiro, solo puede ser ascendida de rodillas y orando en cada uno de sus 28 escalones para subir al siguiente. Os aseguro que es un espectáculo único y digno de la fe de sus actores, gentes de todo tipo y condición se afanan en trepar por la escalera en un recogimiento sin precedentes. El otro edificio, la iglesia de la Santa Croce In Gerusalemme, edificada en siglo IV sobre lo que fue el palacio de Santa Elena en la ciudad, posteriormente remodelado y restaurado. En ella se conservan distintas reliquiasrelacionadas con la crucifixión de Jesús, traídas de Palestina por la Santa Elena en su viaje a Jerusalén y los lugares Santos, espinas de su corona, unos clavos, y el mayor fragmento existente del Lignum Crucis (parte de la cruz de Cristo). La Santa se puso a repartir pedazos del mismo por toda la cristiandad, hasta el punto que se comenta hoy en día, que si se juntaran todos los trozos existentes darían para formar varios árboles de gran envergadura.
 
 
 
 
En la fecha del 3 de mayo la Iglesia conmemora la festividad del hallazgo de la Santa Cruz por Elena, esposa de un oficial romano llamado Constancio Cloro y que llegarían a ser progenitores del Emperador romano Constantino.

Este último derrotó a Marcus Aurelius Valerius Maxentius, hijo de Maximiano Hercúleo, emperador de Occidente entre los años 306-312 d.C. en la batalla del Pons Milvius de Roma, el 28 de octubre de 312 d.C. en la que el Crismón, una cruz con una leyenda que anunciaba “In Hoc Signo Vinces” (con este signo vencerás), se convirtió en el arma más poderosa en el combate.
 
Batalla en Pons Milvius - Autor: Rafael
Años después, Elena decidió peregrinar a Tierra Santa tras haber tenido una revelación celestial. Movida por un presentimiento llegó a Jerusalén, donde una antigua tradición que corría de boca en boca decía que no habiendo tenido los discípulos de Cristo ni el valor ni los medios para llevarse con ellos el leño de la Santa Cruz, ésta había sido enterrada. Desde el momento en que santa Elena conoció la leyenda sintió el impulso de encontrar ella misma la Santa Cruz. Se inició la labor de búsqueda. Recurrió a la oración, consultó a los cristianos, hizo venir a sabios judíos, y todos convinieron unánimemente en que la cruz se hallaba en el mismo lugar en que Jesucristo había sido crucificado. Empleó a la legión romana para hacer las excavaciones y, después de haber cavado profundamente, descubrió el Santo Sepulcro, junto al cual se hallaban tres cruces. La alegría que tuvo al efectuar el hallazgo se empañó por la imposibilidad de distinguir cuál era la Cruz de Cristo. Ante la dificultad que se planteó recurrió a la sabiduría de san Macario, obispo de Jerusalén, quien propuso llevar las tres cruces a casa de una mujer enferma de gravedad. Todo el pueblo acompañó la prueba con oraciones, y el obispo hizo que la mujer tocase cada una de las cruces; las dos primeras no produjeron ningún efecto, pero cuando la enferma tocó la tercera quedó curada de su enfermedad. Todo esto hace que se considere a santa Elena una de las primeras arqueólogas reconocidas por la historia.
A su paso por Tierra Santa se debe la construcción de las primitivas basílicas de la Natividad, en Belén, y de la Ascensión, en el Monte de los Olivos. En cuanto al Gólgota, cuando Elena llegó a Jerusalén acababan de ser demolidos los templos paganos, de modo que la Emperatriz pudo cumplir su sueño de arrodillarse en la tierra sobre la que Nuestro Salvador había sido levantado en la Cruz y de rezar en la roca del Santo Sepulcro. Sin embargo, allí mismo reparó en que no se había hallado todavía la más importante de las reliquias. San Ambrosio nos la describe con gran viveza, caminando entre las ruinas de los templos romanos acompañada de soldados y obreros.
Y preguntándose: He aquí el lugar de la batalla: ¿pero dónde está el trofeo de la victoria? ¿Yo estoy en un trono y la cruz del Señor enterrada en el polvo? ¿Yo estoy rodeada de oro y el triunfo de Cristo entre las ruinas? (...). Veo que has hecho todo lo posible, diablo, para que fuese sepultada la espada que te ha reducido a la nada. Las nuevas excavaciones que la Emperatriz mandó hacer tuvieron fruto cuando, al remover un terreno cercano al Gólgota, se encontraron tres cruces, y la tabla sobre la que se había escrito en hebreo, griego y latín: Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Así se produjo la invención -el descubrimiento: inventio en latín significa venir hasta algo, encontrar- de la Santa Cruz del Señor, que había permanecido oculta durante tres siglos. La Santa Emperatriz dejó la mayor parte de las reliquias en Jerusalén, pero llevó consigo a Roma tres fragmentos de la Vera Crux -de la cruz del Señor-, el título de la condena, uno de los clavos y algunas espinas de la corona que sus verdugos impusieron a Jesús. También hizo trasladar una gran cantidad de tierra del Gólgota y las gradas de piedra de la escalera que el Señor recorrió cuatro veces el día de su pasión, para comparecer ante Pilatos en el Pretorio.
Existen numerosos documentos de los siglos IV y V que describen cómo a partir de la visita de Santa Elena los cristianos veneraban las reliquias de la Pasión que habían quedado en Jesuralén. Así lo atestiguan Eusebio, Rufino, Teodoreto y San Cirilo de Jerusalén. Egeria, una mujer que peregrinó a los Santos Lugares en el siglo IV, habla de multitudes de fieles que ya por entonces acudían de todo el Oriente cristiano para tomar parte en las solemnidades en honor de la Cruz. Otro historiador, Sócrates el Escolástico, recogió a mediados del siglo V una piadosa tradición según la cual, durante la travesía marítima que realizó la emperatriz para volver a Roma desde Jerusalén, habría sobrevenido una fuerte tempestad. La nave se debatía entre las olas a punto de naufragar, hasta que Santa Elena -después de atarlo con una cuerda para echarlo por la borda- hizo que tocara las aguas el Santo Clavo que llevaba consigo, y el mar se calmó al instante. Ese Clavo, los tres fragmentos de la Cruz y el INRI fueron piadosamente custodiados por Santa Elena en su residencia imperial: el palacio Sessoriano. Al cabo de algunos años, posiblemente después de la muerte de su madre, Constantino quiso que se construyera allí una basílica que tomó el nombre del palacio, Basílica Sessoriana, aunque también era llamada Sancta Hierusalem.
 
 

Como cimiento simbólico de esta construcción se puso la tierra del Gólgota que la Emperatriz había traído desde Palestina, y los preciosos fragmentos de la Santa Cruz se ofrecían a la vista de los fieles en un relicario de oro adornado con gemas. De la primitiva basílica constantiniana sólo se conservan algunos restos pertenecientes a los muros exteriores. A esa edificación siguió otra del siglo XII, a su vez sustituida por el templo de estilo barroco tardío, terminado en 1744, que puede contemplarse actualmente. A pesar de estos cambios arquitectónicos y de otras vicisitudes históricas, como las invasiones padecidas por Roma, toda una colección de documentos atestigua que las reliquias que se veneran en esta basílica son las mismas que trajo Santa Elena desde Tierra Santa. Es del todo natural que este lugar se convirtiese enseguida en meta de la piedad del pueblo cristiano. Muy pronto se empezó a celebrar allí la liturgia del Viernes Santo. Hasta el siglo XIV, el Papa en persona, con los pies descalzos, encabezaba la procesión que iba desde la Basílica del Laterano hasta la Basílica de la Santa Cruz, para adorar el vexillum crucis, la bandera de la Cruz, el estandarte de la salvación.


 
 

 
 

 
 

 
 

 
 


 




 

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