CAUPOLICAN
EL GUERRERO INDOMABLE
«Yo soy Caupolicán, que el hado mío
por tierra derrocó mi fundamento,
y quien del araucano señorío
tiene el mando absoluto y regimiento»
Canto XXXIV, La Araucana
por tierra derrocó mi fundamento,
y quien del araucano señorío
tiene el mando absoluto y regimiento»
Canto XXXIV, La Araucana
Queupolicán o Cupolicán (literalmente pedernal pulido), nació en Pilmaiquén y en su juventud se trasformó en un jefe guerrero del pueblo mapuche que luchó incansablemente por la libertad de su territorio.
Luchó desde su juventud contra los conquistadores españoles por la libertad de su territorio. Fue elegido toqui (jefe militar) de los mapuches, siendo sucesor de Lautaro, aunque [Alonso de Ercilla] destaca su elección antes, siendo el candidato secreto de Colo Colo para la conducción de la guerra. Al parecer era miembro de una familia muy respetada en la sociedad mapuche, pues él y sus hermanos estaban siempre en el núcleo de jefes que planificaba los movimientos de guerra.
Después de la muerte de Lautaro los araucanos quedaron sin un jefe digno que los guiara, eso se vio claramente en el Combate del Fuerte de San Luis que no pudo ser tomado, y en el de Lagunillas, el 5 de septiembre de 1557. En esta, una crecida fuerza de 12 000 mapuches al mando de varios toquis- entre ellos el cacique Lincoyán y Galvarino- que atacaron a una poderosa fuerza realista al mando de Don García Hurtado de Mendoza. Al pasar el río Bío-Bío, proveniente de Concepción, García traía una fuerza de 600 soldados bien armados y unos 1 500 yanaconasque fueron arremetidos por esta fuerza mapuche en unos cenagales, llamados Lagunillas.
Caupolicán, mostrando gran serenidad, miró soberbiamente a la multitud de españoles que lo contemplaban y dijo:
«Pues el hado y suerte mía me tienen esta suerte aparejada, vean que yo la pido, yo la quiero, que ningún mal hay grande y es postrero».
Dicho esto, alzó el pie derecho aun con las amarras puestas y dio una gran patada al verdugo, que rodó de la tarima; hecho esto, él mismo se sentó en la pica y, sin dar ninguna muestra de dolor, murió por perforación intestinal. Galvarino también había sido capturado y ahorcado. Luego de estos atroces episodios, y debido al prestigio familiar, Caupolicán el Joven, su hijo mayor, fue elegido líder militar, actuando en la batalla de Quiapo (noviembre de 1558).
«Pues el hado y suerte mía me tienen esta suerte aparejada, vean que yo la pido, yo la quiero, que ningún mal hay grande y es postrero».
Dicho esto, alzó el pie derecho aun con las amarras puestas y dio una gran patada al verdugo, que rodó de la tarima; hecho esto, él mismo se sentó en la pica y, sin dar ninguna muestra de dolor, murió por perforación intestinal. Galvarino también había sido capturado y ahorcado. Luego de estos atroces episodios, y debido al prestigio familiar, Caupolicán el Joven, su hijo mayor, fue elegido líder militar, actuando en la batalla de Quiapo (noviembre de 1558).
"Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.
«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
Ruben Darío
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.
«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
Ruben Darío
"El Empalado"
"Pero Caupolicán llegó al tormento".
Ensartado en la lanza del suplicio,
entró en la muerte lenta de los árboles.
Arauco replegó su ataque verde,
sintió en las sombras el escalofrío,
clavó en la tierra la cabeza,
se agazapó con sus dolores.
El Toqui dormía en la muerte.
Un ruido de hierro llegaba
del campamento, una corona
de carcajadas extranjeras,
y hacia los bosques enlutados
sólo la noche palpitaba.
No era el dolor, la mordedura
del volcán abierto en las vísceras,
era sólo un sueño del bosque,
el árbol que se desangraba.
En las entrañas de mi patria
entraba la punta asesina
hiriendo las tierras sagradas.
La sangre quemante caía
de silencio en silencio, abajo,
hacia donde está la semilla
esperando la primavera.
Más hondo caía esta sangre.
Hacia las raíces caía.
Hacia los muertos caía.
Hacia los que iban a nacer.
Neruda