21 DE MAYO DE 822
Al fallecer hoy en el Emirato de Córdoba (España) el emir Alhakén I, le sucede su hijo Abderramán II que reinará hasta su muerte en 852, y es gran amante de la cultura. Durante su reinado, además de guerrear, fomentará las ciencias, las artes, la agricultura, la industria y atraerá a su ciudad los más ilustres sabios de la época. Se dedicará a embellecer su capital, hasta convertirla en un centro de las artes y las ciencias en Europa Occidental.
Al-Hakam I fue de color trigueño, alto y delgado, de nariz bien formada, aunque ligeramente respingona y no se teñía el pelo. Se preocupaba personalmente de todos los asuntos, fueran importantes o no; no se fiaba de nadie, aunque fueran hombres de confianza y no admitía que éstos cometieran actos injustos, pero en caso de que esto ocurriera, rápidamente reparaba la injusticia; era valiente, atrevido y temible en sus enfados; resuelto y decidido, pero también era espléndido en sus regalos y muy generoso. Era además buen orador e inspirado poeta. Allanó el camino a sus sucesores y se atrajo a los alfaquíes y hombres de saber.
Alhakén I
Abū al-‘Āṣ al-Hakam b. Hišām (en árabe: أبو العاص الحكم بن هشام), llamado al-Murtazî (المرتضى), más conocido como Alhakén I, Al-Hakam I o Alhaquén I (Córdoba, 770 - ibídem, 21 de mayo de 822), fue el tercer emir independiente de Córdoba, desde el 17 de abril de 796 hasta su muerte.
Para el cronista Ibn Hazm, fue el más sanguinario y déspota de los emires omeyas.
Hijo de Hisham I, lo sucedió a los 26 años de edad. Su reinado fue uno de los más agitados de la dinastía omeya, pues tuvo que hacer frente a las aspiraciones de sus tíos Sulaimán y Abd Allah (Abdalá). El más activo fue Abd Allah quien, desde la región valenciana donde había desembarcado, intentó atraer a su causa a los jefes árabes del valle del Ebro e incluso vino a pedir ayuda a la corte de Carlomagno en el año 797, contra su sobrino. En el 802 o 803, Abd Allah terminó estableciendo contactos con su sobrino, al-Hakam, que le autorizó a residir en Valencia, a cambio de una pensión anual. Su hermano Sulayman, siempre desde la costa oriental donde se había instalado a su vez en el año 798, intentó atacar Córdoba pero fue vencido y asesinado en el 800 o el 801.[1]
Asimismo tuvo que enfrentarse a las sublevaciones de los muladíes de Toledo, Mérida y Córdoba, brutalmente sofocadas. Su política de mano dura y el incremento de la aplastante presión fiscal sobre los cristianos provocaron el levantamiento de los cordobeses del Arrabal de Córdoba. Los amotinados estuvieron a punto de asaltar el Alcázar, pero una maniobra hábil y rápida de la guardia palatina salvó la situación. Tres días duró la matanza y saqueo en el Arrabal y el enérgico emir ordenó la crucifixión de trescientos notables. Todos los habitantes del Arrabal, que fue arrasado, fueron deportados.
Unas veinte mil familias emigraron de la Península y parte de ellas se establecieron en el norte de África, donde fundaron el barrio y mezquita de los andalusíes en la ciudad de Fez, mientras que otras se dedicaron algún tiempo a la piratería, desembarcando en Sicilia, ocupando Alejandría durante diez años y estableciéndose finalmente en la isla de Creta, donde fundaron el Emirato de Creta, bajo dinastía cordobesa, que se mantuvo independiente hasta el año 961, en que la isla fue reconquistada por el Imperio bizantino.
La situación interna permitió la conquista franca de Barcelona en el año 801 y, aunque por poco tiempo, los asturianos llegaron a ocupar Lisboa. Carlomagno firmó un tratado de paz con al-Hakam por el que se comprometía a no extender sus fronteras más allá del río Llobregat.
Su ejército fue fortalecido por un elevado número de bereberes, también reclutó mercenarios cristianos de diversas procedencias. Contó con una guardia palatina de más de dos mil hombres de origen eslavo, denominados «los mudos», porque no sabían el árabe ni el romance. Estuvieron en dos cuarteles contiguos al Alcázar y bajo las órdenes del conde cristiano Rabí, hijo de Teodulfo.
Dejó al morir, a los 52 ó 53 años, diecinueve hijos varones y veintiún mujeres. Le sucedió su hijo Abderramán II.
Para el cronista Ibn Hazm, fue el más sanguinario y déspota de los emires omeyas.
Hijo de Hisham I, lo sucedió a los 26 años de edad. Su reinado fue uno de los más agitados de la dinastía omeya, pues tuvo que hacer frente a las aspiraciones de sus tíos Sulaimán y Abd Allah (Abdalá). El más activo fue Abd Allah quien, desde la región valenciana donde había desembarcado, intentó atraer a su causa a los jefes árabes del valle del Ebro e incluso vino a pedir ayuda a la corte de Carlomagno en el año 797, contra su sobrino. En el 802 o 803, Abd Allah terminó estableciendo contactos con su sobrino, al-Hakam, que le autorizó a residir en Valencia, a cambio de una pensión anual. Su hermano Sulayman, siempre desde la costa oriental donde se había instalado a su vez en el año 798, intentó atacar Córdoba pero fue vencido y asesinado en el 800 o el 801.[1]
Asimismo tuvo que enfrentarse a las sublevaciones de los muladíes de Toledo, Mérida y Córdoba, brutalmente sofocadas. Su política de mano dura y el incremento de la aplastante presión fiscal sobre los cristianos provocaron el levantamiento de los cordobeses del Arrabal de Córdoba. Los amotinados estuvieron a punto de asaltar el Alcázar, pero una maniobra hábil y rápida de la guardia palatina salvó la situación. Tres días duró la matanza y saqueo en el Arrabal y el enérgico emir ordenó la crucifixión de trescientos notables. Todos los habitantes del Arrabal, que fue arrasado, fueron deportados.
Unas veinte mil familias emigraron de la Península y parte de ellas se establecieron en el norte de África, donde fundaron el barrio y mezquita de los andalusíes en la ciudad de Fez, mientras que otras se dedicaron algún tiempo a la piratería, desembarcando en Sicilia, ocupando Alejandría durante diez años y estableciéndose finalmente en la isla de Creta, donde fundaron el Emirato de Creta, bajo dinastía cordobesa, que se mantuvo independiente hasta el año 961, en que la isla fue reconquistada por el Imperio bizantino.
La situación interna permitió la conquista franca de Barcelona en el año 801 y, aunque por poco tiempo, los asturianos llegaron a ocupar Lisboa. Carlomagno firmó un tratado de paz con al-Hakam por el que se comprometía a no extender sus fronteras más allá del río Llobregat.
Su ejército fue fortalecido por un elevado número de bereberes, también reclutó mercenarios cristianos de diversas procedencias. Contó con una guardia palatina de más de dos mil hombres de origen eslavo, denominados «los mudos», porque no sabían el árabe ni el romance. Estuvieron en dos cuarteles contiguos al Alcázar y bajo las órdenes del conde cristiano Rabí, hijo de Teodulfo.
Dejó al morir, a los 52 ó 53 años, diecinueve hijos varones y veintiún mujeres. Le sucedió su hijo Abderramán II.
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