EL ESTANQUE DE MERCURIO DE MEDINA AZAHARA
al-maylis al-badî'
los autores árabes mencionan al describir Medina Azahara se halla un salón en cuyo centro se abría un estanque lleno de mercurio. Sin embargo, en el fundamental trabajo de Ana Labalia y Calmen Barceló sobre las fuentes árabes relativas a Medina Azahara 1, las autoras ponen en duda que ese salón, que denominan «al-maylis al-badî', llamado qasr al-jiilâfa», se encontrase realmente en la ciudad palatina y prefieren localizarlo en el alcázar de Córdoba. Argumentan que en este alcázar existía un salón llamado al-maylis al-badî' como quedaba de manifiesto en un trabajo anterior de García Gómez 2, y que qasr al-jilâfa se aplica siempre al alcázar de Córdoba, de 10 que deducen que las fuentes árabes yerran al situar el salón del estanque de mercurio en Medina Azahara.
A primera vista, no parece un argumento muy sólido para rectificar las informaciones concordantes de varios cronistas árabes, pues la coincidencia en el nombre de un salón en dos recintos palatinos, sobre todo cuando es un nombre tan poco significativo como al-maylis al-badî'
Las relaciones entre estas tres obras están claras desde la publicación de la segunda de ellas: el compilador del l)ila- tuvo a su disposición un fragmento del Kitâb al-Ya'rafiyya de al-Zuhri, fragmento que incluyó en su totalidad en su crónica, mientras que al-Maqqarî reproduce largos pasajes del Dikr, especialmente de los capítulos dedicados a la descripción de Córdoba 6. Pero si esta cadena de transmisión historiográfica está perfectamente establecida y es incuestionable en sus líneas generales, no es menos cierto que un análisis minucioso del pasaje que nos ocupa tal vez aporte algún matiz que arroje luz sobre algún aspecto concreto, como puede ser el de la localización de este salón.
El texto original de al-Zuhri reza así al describir el salón que denomina al-Qalbaq 7:
Su techumbre era de oro y grueso y puro cristal, lo mismo que sus muros; sus tejas eran de oro y plata. En el centro tenía un estanque lleno de mercurio y a cada lado del salón se abrían ocho puertas, formadas por arcos de marfil y ébano que reposaban en columnas de cristal 8 coloreado, de forma que los rayos del sol, al entrar por esas puertas, se reflejaban en su techumbre y en sus paredes, produciéndose entonces una luz resplandeciente y cegadora 9.
Cuando al-Nâsir quería asustar a los presentes o recibía la visita de algún embajador, hacía un gesto a sus esclavos y éstos removían ese mercurio, con lo que el salón se llenaba de sobrecogedores fulgores semejantes al resplandor del rayo, creando a los que allí se hallaban la impresión de que el salón giraba en el aire mientras el mercurio seguía en movimiento. Algunos dicen que el salón giraba para estar enfrentado al sol, siguiendo su curso, mientras que otros afirman que estaba fijo, sin moverse alrededor del estanque 10 .
Ningún otro soberano, ni entre los infieles ni en el Islam, había construido antes nada parecido, pero a él le fue posible hacerlo por la abundancia de mercurio que allí tenían.
Mientras que en Dikr se describe el Salón del Califato :
Su techumbre era de oro y mármol 11 de grueso volumen y color puro, en sus distintos tonos, lo mismo que sus muros. En el centro de este salón peregrino al-maylis al-badî' se hallaba la perla única que le regaló el rey de Constantinopla. Las tejas de este salón eran de oro y plata. En el centro tenía un gran estanque lleno de mercurio y a cada lado del salón se abrían ocho puertas, formadas por arcos de marfil y ébano con incrustaciones de oro y diversos tipos de piedras preciosas, que reposaban en columnas de mármol coloreado y cristal de roca (ballûr) puro, de forma que los rayos del sol, al entrar por esas puertas, se reflejaban en su techumbre y en sus paredes, produciéndose entonces una luz cegadora. Cuando el soberano quería asustar a los presentes, hacía un gesto a uno de sus esclavos y éste removía ese mercurio, con lo que el salón se llenaba de sobrecogedores fulgores semejantes al resplandor del rayo, creando a los que allí se hallaban la impresión de que el salón giraba mientras el mercurio seguía en movimiento. Algunos dicen que el salón giraba para estar enfrentado al sol, mientras que otros afirman que estaba fijo alrededor del estanque. Ningún otro soberano, ni entre los infieles ni en el Islam, había construido antes nada parecido, pero a él le fue posible hacerlo por la abundancia de mercurio que allí tenía.
Al-Maqqari, por su parte, reproduce con total fidelidad la versión del Dikr, sin ninguna variante reseñable 12.
Vemos, por tanto, que el Dikr copia casi al pie de la letra el texto de al-Zuhrî, pero introduce algunas palabras y frases que no se hallan en el original. La mayoría son simples variantes o amplificaciones retóricas (en algún caso habría que calificarlas de mejoras decorativas), pero hay un dato nuevo que en modo alguno puede ser atribuido al deseo del compilador del Dikr de enriquecer más aún el lujo del salón. Aunque, para ser más exactos, habría que reconocer que también en este caso es ese loable deseo el que provoca la inclusión de la noticia a la que nos referimos, sólo que esta vez no recurre a su fértil imaginación y a su variado léxico para redecorar por su cuenta el ya de por sí recargado y ostentoso salón, añadiéndole oros, piedras preciosas y nobilísimos materiales. Rebuscando por otros lugares de la geografía literaria de Medina Azahara, nuestro entusiasta compilador se ha topado con una pieza única que, de acuerdo con sus criterios decorativos, estima que no desentonaría lo más mínimo en el ambiente de ese salón: la perla regalada a cAbd al-Rahmân III por el emperador bizantino, perla que, aunque no dispongamos de una descripción exacta, suponemos de tamaño considerable y de perfección inmaculada.
Su único fallo al trasladar la nacarada esfera a este salón fue colocarla en el centro de la habitación, centro en el que ya se encontraba el estanque de mercurio. Pero, como decimos, esta perla no se formó en la cabeza del autor del Dikr, sino que halló el dato en otra fuente distinta de al-Zuhrî: y no dudó en insertarlo dentro del relato que había tomado de éste para realzar el esplendor del salón.
La noticia de la perla, en efecto, la podemos hallar en un pasaje que, posiblemente originario de Ibn Hayyân, reproducen en idénticos términos Ibn Gâlib (s. VI/VII) 13, Ibn 'Îdârî (s. VIII/XIV) 14 y al-Maqqarî. 15:
En cuanto a la perla única que estaba colocada en el Salón Peregrino (al-maylis al-badî'), procedía de un regalo que le hizo León, señor de Constantinopla 16.
Lo que nos interesa retener de todo esto es un dato aparentemente menor: la mención de que la perla se hallaba en el Salón Peregrino; y nos interesa retenerlo porque, si volvemos sobre la descripción original del salón en el que se hallaba el estanque de mercurio, es decir, la de a1-Zuhrî, comprobaremos que en ningún momento se identifica esa estancia con el Salón Peregrino, que ni siquiera es mencionado. El Salón Peregrino aparece únicamente en la versión del Dikr porque su autor introduce la frase referida a la perla, aunque altera levísimamente la redacción, de forma que 16 que en su fuente era «en el Salón Peregrino» se convierte en «este salón peregrino».
En conclusión, el salón en el que se ubicaba el estanque de mercurio no llevaba el nombre de Salón Peregrino y, por tanto, no hay ninguna razón para argumentar, basándose en la suposición de que había un Salón Peregrino en el Alcázar de Córdoba 17, que el salón del estanque de mercurio tenía que hallarse en el palacio de la capital en lugar de en Medina Azahara. Las fuentes son claras al respecto: el estanque de mercurio estaba en una estancia llamada por al-ZuhrIî al-Qalbaq (o al-Qalîq/al-Qaylaq/al-Qayliq), por el Dikr, Salón del Califato, y por a1-Maqqarî, Alcázar del Califato, y dicha estancia formaba parte de Medina Azahara. El Salón Peregrino, por su parte, era el lugar donde había sido colocada la perla regalada por el emperador bizantino y, a pesar de la poca claridad de algunas fuentes, parece que se hallaba también en Medina Azahara. Fue el compilador del Dikr, siempre dado a la exageración, a la fantasía y a la afición por lo maravilloso, quien mezcló los datos de los dos salones. Desde un punto de vista historiográfico es un hecho incuestionable; otra cosa es que la realidad fuera muy distinta de lo que nos pintan los textos y que nos encontremos ante un relato fabuloso o legendario, producto de la imaginación desbordante de algún cronista o, tal vez, de la magnificación de algún pequeño artificio de mercurio que podía decorar cualquier salón del palacio califal.
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